La
búsqueda de una identidad propia es un proceso fundamental de la naturaleza
humana. Durante la adolescencia, sentimos la necesidad de hacernos un espacio
propio dentro del mundo en el que vivimos; de establecernos y desarrollarnos
plenamente.
Nuestra
afirmación como seres únicos y autónomos constituye la etapa más importante de
nuestra formación, pues es en este punto donde converge todo lo que hemos sido
(herencia histórica, cultural y social) lo que somos (ideas, metas, deseos,
esperanzas) para definir lo que seremos.
En
el texto “Sobre la Identidad de los Pueblos”, Luis Villoro habla de esta
búsqueda de la identidad individual como un pre ante la búsqueda de la
identidad colectiva. Para Villoro la formación de la identidad individual consiste
en un proceso de “Singularización” de las características propias del
individuo, las cuales lo identifican como un ser único frente a sus semejantes.
A
través de este proceso, el individuo identificará sus características más
superfluas y más profundas, de manera que logre crear una representación
concreta y única de sí mismo, la cual posteriormente será comparada con la
imagen que los demás tiene de él; la finalidad de este ejercicio de
reconocimiento es integrar ambas caras de la moneda en una representación
armónica.
A
partir del proceso de identificación individual, Luis Villoro defina la
identidad colectiva como una “representación intersubjetiva” compartida por una
colectividad, que constituye un “sí mismo colectivo”. Dicha representación se
compone de una serie de creencias, actitudes y comportamientos que definen la
forma de sentir, actuar y comprender la realidad colectiva; todo esto tiene su
representación en el ámbito cultural. La identidad colectiva, de la misma forma
que la individual, busca la creación de una imagen sólida que la represente
ante otras entidades colectivas y que la afirme como única y autónoma.
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